martes, 8 de febrero de 2011

La doctora


A Edith Maldonado


La doctora tiene una facilidad inigualable con las matemáticas. Es la salvación de todos en cuentas y descuentos. En realidad, es la salvación de la familia. Está acostumbrada a ser necesaria. En todas partes es cabeza, incluso no sé si podría vivir con otro rol, aunque sé que muchas veces lo desea.

Es mi modelo femenino más importante y las mujeres a mi alrededor suelen parecérsele. Tan diferente a las congéneres de su familia, a su madre misma. Tan distintas nosotras, somos casi otra estirpe.

Mi mamá y yo somos fundamentalmente diferentes y profundamente iguales. Me le parezco tanto que no puedo engañarla. Somos el carácter de nuestros hombres, somos José Luis y Justo. Los hombres Maldonado son todos iguales físicamente, las mujeres les resultamos iguales a ellos en el carácter.

No tengo un solo recuerdo de ella en un festival del día de las madres. No estaba en la mesa directiva ni organizaba el festival de los maestros. No se lo reprocho, aprendí que para una mujer, como yo, ser profesional es igual de importante.

Nunca hizo falta la advertencia de la comprensión posterior, sucedió más pronto de lo esperado. Para mí siempre fue un orgullo que esa madre pasara por mí a la escuela. Alejada del delantal y vestida de autoridad.

Hoy sé que educar a mujeres debe ser así para entender la fortaleza de serlo. Miro a las otras: culpándose por un tiempo de ausencia y permitiéndolo todo en una supuesta recompensa: innecesario.

Nunca tuve prohibiciones y eso tampoco me dejó en los excesos. Vimos las mismas películas, me hice lectora ágil de los subtítulos y para mí las clasificaciones no importaban más que en el cine.
No hizo falta obligarme a leer, la miraba y me dejó cerca de los libros.

No le he preguntado si soy la hija que quiso tener, pero no me imagino con ninguna otra madre. Un día las diferencias fueron muchas (las siguen siendo) pero la complicidad nos ha ganado.

Los días transcurren en mi intento de aprenderle todo lo que tenga por enseñarme. Nosotras tenemos una lección imprescindible de vida: las madres duran mucho menos de lo necesario.

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