martes, 12 de noviembre de 2013

Fragmento de la edad

"¿Por qué, entonces, la veinteañera trastorna la cabeza de los hombres?
Porque ninguna como ella juega todos los juegos. 
Y ahí sí, supera a todas. A las más jóvenes, porque les da miedo vivir, porque siempre tienen temor de que las descubran, de que las sorprenda el amanecer, de que habrán de quedar embarazadas; y a las que les siguen, a las treintañeras, porque en su mayoría han perdido el arrojo. O se han vuelto mojigatas. Las veinteañeras en cambio quieren comerse el mundo a mordidas. En ese intervalo entre salirse de su casa --casadas o no, eso a quién le importa-- y vivir su vida propia, ansían conocer de qué está hecha la condición humana. Ávidas de experimentar en el amor, se someten a los caprichos voluptuosos de la noche. Y aunque de pronto resulten torpes en la cama, se entregan como si esa fuera su última oportunidad. Gritan, se revuelcan, claman al cielo porque se perpetúe el momento. Ahí, en la cama, son alegres, frescas e inagotables. 
Feliz el hombre que en su camino encuentre una veinteañera dispuesta a la perversión, porque ese individuo podrá esculpir esa mujer como se talla una obra maestra. Feliz el hombre que en un buen momento de su vida se topa con una veinteañera dispuesta a la perversión y proclive a la paciencia, inclinada a los más profundos placeres y a la ociosidad..."
"Las veinteañeras", Las cuarentonas, Eusebio Ruvalcaba.

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