Las esperas se han convertido en lo peor, en la absurda necesidad del expectante. Esperar donde estoy por si coincidimos.
Me termino los labios en mordeduras, en espera de encontrar algo de ti en ellos. Fallo. Me rindo.
La nicotina dejó de funcionar, gente como yo sostiene la industria cigarrera, pienso, pero eso ya no termina mi ansiedad. Fumar ha dejado de relajarme.
El reloj es mi enemigo, su paso cadencioso, pausado, no avanza. ¿Apenas un minuto? ¿Dónde estás? ¿vuelves? No, ya no es ansiedad, es la experiencia adquirida lo que me desquicia.
Escribo por compulsión, porque no lo leerás nunca, pero necesito decirlo, siempre ha sido así: escribo y escribo para llamar al demonio. Quién sabe... quizás un día se canse de volver y finalmente se aleje.
jueves, 20 de mayo de 2010
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