Cada uno de sus libros se tarda al rededor de 50 ó 60 páginas en convertirse en mi favorito. La primera en acercarme a él, ni siquiera recuerdo la razón (¿tú sí?), fue Diana y fue El Profesor del Deseo. Más que otra de sus novelas utobiográficas, un ensayo sobre el deber y el placer "¿No llega un momento en el camino de la vida en que acatamos el deber, damos la bienvenida al deber, como antes se la dábamos al placer, a la pasión, a la aventura; un momento en que el deber es un placer y el placer deja de ser un deber", recuerdo haber visto subrayado en aquel ejemplar y entender que eso era el libro: el deber y el placer, cómo empezamos a sentir uno y es desplazado por el otro...
Se dice que es muy "sensible a la belleza femenina".
Lo cierto, y la razón en la que para mí radica su encanto, es la confrontación con uno mismo en cada una de sus obras. El deseo, la madurez. "El gran maestro de la descripción de las pasiones humanas", como leí alguna vez en una reseña. Cada una de sus obras nos llevan a la mente de un personaje, tan sensible como cualquiera de nosotros a la presencia de los otros y a la reacción que ellos nos provocan.
Estuvo a punto de quitarle el Nobel a Herta Muller, pero Roth no es políticamente correcto: sus libros son irreverentes, eróticos... pasionales. Lo más importante es seguir después de esas treinta páginas en las que todo parece ser confuso. Aguantar y encontrar reflexiones como ésta: "Más que amantes, por mediación de este drama de ocultamiento y secreto nos hicimos compañeros íntimos y muy devotos amigos".
La próxima vez que vean un libro de Philip Roth, la recomendación es comprarlo, pero si es El profesor del deseo, Sale el espectro o El lamento de Portnoy, es su obligación dejarse confrontar. En mi opinión.
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