miércoles, 23 de junio de 2010

Descorazonar los ajos


Me ha dicho hoy mi papá que para que el ajo sea menos indigesto, es recomendable descorazonarlo. Pienso que es poco común intercambiar consejos de cocina con los padres, eso parece tarea exclusiva del rol femenino, pero esta familia ya es bastante atípica y tiene prácticas inusuales.

La idea de los ajos me dejó pensando. Me pregunto si no valdría la pena descorazonarme un poco de vez en vez. O a todos. Ojalá fuera menos pasional y tuviera menos esta necesidad de volverme indispensable. Ojalá fuera más ecuánime y fría, menos berrinchuda.

Leo un libro sobre la violencia masculina [Ojalá de vez en vez también pudiera ser hombre y ver la vida desde su ventana]. “Todos somos violentos”, reflexioné o ¿seré yo? Verónica Murgía me sacó de la duda: “mi teoría es que el verdadero pecado original es la violencia”. Ahí estaba la respuesta. Efectivamente todos somos violentos, como el juego de poder-resistencia y dominancia que son las relaciones. No soy la única que necesita vacaciones de sí misma.

¿Por qué no descorazonarse y dejar ir sin sufrimientos? ¿Por qué no me vuelvo budista? ¿Por qué no dejo de comer sal? Por la misma razón que no pretendo quitarle los corazones a los ajos.

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